lunes, 2 de julio de 2012

Tributo a la triple corona

Llegaste a hurtadillas, evadiéndote de la ansiedad que cada dos años perfumaba la retina de notas amargas. Venciste con danzar de acero, rubricando un primoroso torneo bajo la atalaya de la noria vienesa. Mientras, la alfombra roja del éxito se deslizaba. Luis tendía el camino a Vicente, la victoria se extendía al son del mullido paso de los tacos clavándose en las escalinatas sudafricanas. Dos años después, el largo telar te da la bienvenida al hall prohibido. Al hall de las elegidas, perdón: de la elegida. No hay más huellas en el barniz. Sólo la tuya. La de tu vigoroso salto de júbilo. Tú, que fuiste Orson Welles en Viena, convirtiendo el claroscuro en un burlesco juego de rival difuminado. Tú, que abordaste La Reina de África, extendiendo su travesía fluvial hasta la zona más austral del continente de los sueños. Tú, que te has transformado en el Acorazado Potemkin, blindándolo en los linderos del mastodonte soviético frente a viento y mareas. Tú, nexo de unión y nudo de pasión.


Ésta vez, no creíamos en ti. Al menos no con tanto grado de devoción. Lo admito. Dudas sembradas en amistosos, controversias en los ajustes del sistema y un leve temor –infundado- a la pérdida del voraz apetito pululaban por casi todos los corrillos de la analítica. Sí, lo sabemos, somos exigentes e inconformistas. Como se debe ser con los mejores. Como se debe ser con los que poseen un ratio de productividad cuya horquilla vestiría hasta a un punkie. Y es que ayer, desde luego, saltaste de la raíz a las puntas. Alcanzaste tu mejor versión, la que no habías mostrado en Polonia, ni tan siquiera en la antesala ucraniana a la gran final, la que entregaste frente a Alemania en las semifinales de Sudáfrica.


Os achacábamos la utilidad del controvertido doble pivote, también concentrábamos los dardos en la necesidad de la figura del ´9´. Pero íbamos más allá, trascendiendo  esquema y piezas, entroncando la crítica con el déficit a la hora de maximizar los recursos. Recursos que tú, Vicente, decidiste sesgar en beneficio de una transición defensiva que ni un pallet de ladrillos pinkfloydianos podía derribar. Te aplaudo, el fin acredita los méritos. También te soy sincero: el de ayer ha sido el único partido de la selección con en el que he vibrado en el torneo. Tuvo notas de la España de Aragonés, lo cual entra con chispas por los ojos y muerde con incisivos en las entrañas del arco rival. Cierto que Prandelli ayudó algo, tú te encargaste de aliñar al gusto del ganador: marcaje mixto a Pirlo que impedía primer pase limpio, ahogamiento a la altura de sus interiores, dominio posicional interior y rupturas sin balón. Rupturas, muchas rupturas. Activadas por Iniesta y - por partida doble- Xavi en las estampidas de Fábregas, Alba y Torres. Romper al hueco lateral-central es sinónimo de éxito cuando gozas de los mejores peloteros para filtrar y trazar líneas imaginarias. Un ritmo enérgico sin balón en ambas fases es conditio sine qua non de lo anterior. Se gana en posición más que en posesión. Ayer se volvió a manifestar.


Se ha cimentado la triple corona consecutiva con el equilibrio sellado en todas las líneas. Iker Casillas es puro déjà vu en grandes torneos. Manoplas voladoras bendecidas por el talento del que escupe a sus evidentes defectos y los tritura con su diferencial virtud: sus prodigiosos reflejos. No es un portero académico ni instructivo en sus gestos técnicos, pero siempre está y decide en los altos duelos. Lo mismo que Álvaro Arbeloa, guardián de las llaves en tiempos de guerra y aguador en los de solera. Inteligencia competitiva y máximo exponente del conocimiento del yo. Inmaculado táctico. Su quehacer es culpable indirecto del desplazamiento al centro de Sergio Ramos y de su inscripción en el restringido registro de los tres centrales más dominantes del panorama. Serenidad de león, motor inferior de búfalo y vuelo de halcón para dominar en las alturas. Desquitarse de su irregular temporada es lo que ha hecho Gerard Piqué en esta Eurocopa. Poderoso en los cruces, autosuficiente en la conducción y sólido en el juego aéreo. La ausencia de Puyol mudó de grave contratiempo a anécdota honorífica. Quién lo iba a decir. Y quién nos iba a decir que Jordi Alba se iba a erigir en el lateral más influyente del torneo y uno de los tres baluartes de la selección. Profundidad exterior, dosificador vertical y velocista con cuchillo por testigo. El descubrimiento en la tradicional posición vacante. 


Traspasamos una línea y nos vamos al mariscal silencioso de Tolosa. Xabi Alonso es el catedrático de la ocupación de espacios. Técnico en prevención de riesgos e ingeniero de canales en el pasillo central. La pierna que templa el tapete y activa con un único pase a sus diez compañeros. Sergi Busquets su escudero. El hombre que ya puede vivir sin Xavi. Darwinismo puro y duro en su trayectoria: de mero prolongador en zona limitada a destreza estratégica para ampliar sus zonas de impacto. Impacto, el que tuvo Xavi Hernández en la final tras un torneo gris. A caballo entre los verbos escalonar y alinear. Sufriendo para incidir en la batida, como pez en el agua con su batuta central. Juega al escondite con el balón, sin riesgo de no salvar a todos sus compañeros. Conjugar a estos tres centrocampistas y no solapar es tarea complicada, se gane o se pierda. David Silva bien lo sabe, por ello administra a la perfección sus apariciones en los carriles, por eso percute en el recibidor para descongestionar la jugada. Lo demás es cosa de su facilidad para adherir la bola a la bota, de su pillería para hacer de media baldosa una cocina. Y Cesc Fábregas secunda la moción del canario por dentro. Tira de malabares como modus vivendi cuando pisa área, se viste de trapecista en el alambre del fuera de juego para otorgar la pausa, esas dos centésimas para optimizar la elección, es su modus operandi. Pausa flotante que es Andrés Iniesta. De izquierda al centro, en los dominios del ausente Villa, trazando un movimiento pendular que hipnotiza hasta cinco rivales, que cercan al jugador de tez pálida en una estampa tribal. Si Xabi es el rey del desplazamiento y Xavi el rey del pase, Iniesta es Greatest Hits en desplazamiento, pase, control y conducción. Esos once han sido los más habituales, no los únicos. Ahí ha estado Fernando Torres, el pichichi, el silenciador de sus detractores. De virtudes y defectos marcados, nadie como él para decidir cuando el balón rueda cual pastilla de Curling. Más necesitado de campo abierto para soltar ese instinto salvaje. El torneo ha sido su bálsamo motivador para dar carpetazo a una inmerecida racha. Jesús Navas volvió a hacer trizas con su papel revulsivo para dar anchura y reciclar el embudo central. Es diferente, encara por fuera y gana ventaja. No necesita más que unos metros para marear. Pedro Rodríguez lo hace por dentro y por fuera. Es bullicioso y gana puntos en aproximación a su rival. Pica como una avispa e incordia como una mosca. La suerte en su trasero dibuja un trébol de cuatro hojas. Santi Cazorla es la adecuación personificada. Ha mamado la misma filosofía y es carne de aprendizaje fácil de los automatismos. Habilidad entre líneas. La misma que la de Juan Mata para sorprender en zig-zag a espalda de los medios. Para escurrirse de la marca y ser indetectable. Para ser la lanza de escudos como Álvaro Negredo, que sin casar al 100% con la práctica de la prueba es útil para zafarse y partirse la cara con cualquier defensa. No tuvo su oportunidad para ello uno de los delanteros más decisivos en la pasada temporada, Fernando Llorente. Únicamente, una breve intervención su compañero Javi Martínez. Inéditos Victor Valdés, Pepe Reina, Juanfran y Raúl Albiol . Suyo también es este éxito. De todos. 


El fútbol descansa unos días. A la vuelta de la esquina, los JJ.OO.. Atentos, varios de sus protagonistas estarán –si Dios quiere- en el Mundial de Brasil 2014. El reto cada vez es mayor. Por eso, vamos a exigir más a Del Bosque. Podemos exigir, ¿o todavía no somos conscientes del nivel de esta camada?. Como una buena añada, ganará con el paso del tiempo y perdurará en las mejores bodegas.

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